Es el poira uno de los mitos más populares del folclor huilense y a diferencia del mohán que tiene la piel oscura y la cabellera negra, su epidermis es dorada y su cabellera larga y rubia. Habita también en profundas cavernas ocultas por remansos e igualmente se le atribuye el secuestro o seducción de niñas y jóvenes que se lleva a vivir con él y que, al cabo de algún tiempo, devuelve.
Dicen que el poira canta y con su voz embruja a las mujeres. Tiene su lado bueno consistente en que si se le invoca hace que los cuerpos de personas ahogados aparezcan. No hay desfile folclórico sin el poira cuyo rostro oculta bajo un gran sombrero alón y de copa puntuda.
Este es el más importante entre los mitos del Tolima Grande, para algunos es una divinidad acuática, para otros es un espíritu maléfico que causa muchos daños imperdonables. Dicen, que es un personaje monstruoso, cubierto de pelaje abundante, que más parece que estuviera envuelto en una larga cabellera; tiene manos grandes, con uñas largas y afiladas como las de una fiera.
La diversidad de leyendas que se cuentan sobre las hazañas o artificios como actúa, constituyen una riqueza folclórica DEL TOLIMA GRANDE.
Los pescadores lo califican de travieso, andariego, aventurero, brujo y libertino. Se quejan de hacerles zozobrar sus embarcaciones, de raptarles los mejores bogas, de robarles las carnadas y los anzuelos; dicen que les enreda las redes da pescar; les ahuyenta los peces, castiga a los hombres que no oyen misa y trabajan en día de precepto, llevándoselos a las insondables cavernas que posee en el fondo de los grandes ríos.
Las lavanderas le dicen monstruo, enamorado, perseguidor de muchachas, músico, hipnotizador, embaucador y feroz. Cuentan y no acaban las hazañas más irreales y fabulosas.
Poseía un palacio subterráneo, tapizado todo de oro, donde acumulaba muchas piedras preciosas y abundantes tesoros; hacía las veces de centinela, por eso no le quedaba tiempo para enamorar.
Con las muchachas era enamoradizo, juguetón, bastante sociable, muy obsequioso y serenatero. Perseguía mucho a las lavanderas de los puertos, a la manera de un hombre rico, con muchos anillos, que al enamorarse de la muchacha más linda de la ribera, la llevaba a la cueva subterránea donde tenia otras mujeres con quienes jugaba y sacaba a la playa en noches de luna. Muchos pescadores aseguran que oían sus risotadas y griterías.
Bogas, pescadores y lavanderas lo vieron infinidad de veces en la playa pescando, cocinando, peinándose; o bajar en una balsa, bien parado, por "la madre del río" tocando guitarra o flauta.